viernes, 8 de enero de 2016

Sobre las agresiones en Colonia

Un tuitero al que le gusta meter el dedo en la llaga más que a un tonto una tiza ponía ayer un buen ejemplo de tema incómodo:

"Ponerle el cascabel al gato: dícese de opinar desde la izquierda sobre agresiones a mujeres e inmigración magrebí".

Hacía referencia a una noticia que seguro que ya todos conocéis: las pavorosas agresiones multitudinarias a mujeres que han tenido lugar en Alemania esta Nochevieja.

Se trata de un tema, efectivamente, espinoso; ideal, por otro lado, para la derecha, sobre todo la más populista de todas, la extrema derecha. Para la izquierda resulta mucho más incómodo porque nos vemos obligados a reconocer que las víctimas de la opresión pueden ser opresores. Pero hay que tomar partido; la izquierda no se puede poner de perfil. Si dejamos a cierta derecha dar la respuesta a estos hechos y permanecemos callados sabemos por experiencia que se intentará criminalizar colectivos a granel y que se conseguirá en mayor o menor medida, porque estos discursos calan. Además, no es justo ponerse de perfil y dejar a su suerte a las otras víctimas, las de las agresiones.

Da miedo el fenómeno por su naturaleza multitudinaria, pero es un viejo conocido: el terrorismo machista. Y por cierto, si lo que caracteriza al terrorismo es el terror, no es exagerado llamarlo así. No todo el machismo es terrorista (sí odioso y pernicioso) pero se dan casos en los que se emplea el miedo para obtener el poder sobre otra persona, todo ello justificado por una ideología. En Colonia se practicó en grupos numerosos, normalmente las agresiones se llevan a cabo individualmente o en grupos reducidos, pero la ideología que hay detrás de todos esos actos es algo que incumbe a toda una sociedad.

Precisamente porque el problema es algo que conocemos de sobra, no tiene sentido ningún relativismo cultural al respecto. Sí, puede ser que lleguen personas de sociedades mucho más machistas que la nuestra y que muchos individuos consideren que el machismo es un elemento de su cultura que debe ser respetado. Pues bien, no debe serlo. Ese también es un elemento de nuestra cultura y ya conocemos lo abyecto que es. Seguro que los occidentales tenemos mucho que aprender de otras culturas, pero sabemos de sobra en qué consiste eso de reducir a la mitad de la humanidad a objetos de los que uno se puede servir a voluntad para beneficio de su interés o satisfacción de su apetencia, y nadie podrá convencerme (ni a nadie que merezca considerarse de izquierdas) de que algo así pueda ser respetable. Esté donde esté la opresión (en la plaza pública, en la comisaria, en la oficina o en un domicilio particular), y la ejerza quien la ejerza, debe ser combatida.

Con la misma energía debemos combatir el racismo y la xenofobia, ideologías muy emparentadas con el machismo que querrán aprovecharse de estos sucesos para fortalecerse. Se debe luchar contra la criminalización del colectivo y hay que seguir defendiendo la solidaridad con todas las personas que huyen de la guerra o la miseria. Pero sobre todo hay que plantearse el problema muy seriamente: como decía antes la izquierda no puede ponerse de perfil porque hay que ofrecer alternativas. Es probable que si a una sociedad conmocionada se le ofrecen como respuesta deportaciones a saco (Pegida ya estará pidiéndolas, supongo) desde la derecha mientras la izquierda mira para otro lado, una sociedad conmocionada elija las deportaciones antes que la pasividad.

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